Frank Biro, investigador pediátrico: «No hay que meter envases plásticos en el microondas, aunque sean catalogados como aptos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

El doctor Frank Biro es médico por la Universidad de Harvard e investigador del Cincinnati Children's Hospital.
El doctor Frank Biro es médico por la Universidad de Harvard e investigador del Cincinnati Children's Hospital. Mrs. Biro

El médico es graduado de Harvard y fue pionero en estudiar las causas detrás del inicio temprano de la pubertad, que están asociadas a la alimentación y los químicos presentes en el ambiente

10 ene 2023 . Actualizado a las 17:24 h.

En pleno siglo XXI, vivimos rodeados de productos químicos y sustancias que hacen que nuestra vida sea más cómoda, más higiénica y más fácil. Incluso, en muchos aspectos, hemos llegado a asociar estos productos con una sensación de lujo o confort: pensemos en un baño de burbujas o una untuosa crema facial con una fragancia agradable, o incluso el suavizante para ropa que echamos en la lavadora y que deja nuestras prendas perfumadas. Todos estos momentos de nuestro día a día (la aplicación de nuestra crema favorita, el lavado de nuestra ropa y hasta la preparación de la cena o el desayuno) están marcados por sustancias que nada tienen de natural y que, aunque parezca que mejoran nuestra vida, podrían estar interfiriendo drásticamente con nuestra salud. Se trata de los disruptores endocrinos: químicos que se encuentran en plásticos, productos cosméticos y alimentos y que, se cree, son en parte responsables de un problema que se ha acelerado en las últimas décadas: la reducción progresiva de la edad de inicio de la pubertad.

El doctor Frank Biro es médico por la Universidad de Harvard, es especialista en medicina pediátrica y adolescente y se dedica desde hace décadas a investigar los factores que impactan en el inicio temprano de la pubertad, un fenómeno que se reportó por primera vez en el año 1997 en Estados Unidos, pero que rápidamente se ha documentado en todo el mundo. A raíz de esto, Biro ha participado en los estudios más reconocidos sobre el tema a nivel mundial, como el del danés Anders Juul. Su labor ha sido premiada por el Cincinnati Children's Hospital. En conversación con La Voz de la Salud, Biro explica todo lo que se sabe a día de hoy sobre los temidos disruptores endocrinos y el inicio temprano de la pubertad.

—Aunque se han hecho varios estudios sobre los disruptores endocrinos, no hay nada concluyente. ¿Qué sabemos con certeza sobre estos químicos?

—Hay cada vez mayor consciencia y preocupación acerca de los químicos que son potenciales disruptores endocrinos (EDCs, por su sigla en inglés). Y hay muchas clases de EDCs. Tengo que decir que nada ha sido probado de manera definitiva en estudios con humanos, porque no sería ético exponer a niños o madres embarazadas a estos químicos de manera intencional solo para ver si tienen o no consecuencias a nivel fisiológico. Pero ha habido múltiples asociaciones y se ha visto el impacto de la exposición a los EDC en diferentes marcadores de la pubertad.

Hemos estudiado los ftalatos, que son sustancias usadas para diferentes propósitos en distintos productos, por ejemplo, como plastificantes. Son lo que hace que los plásticos sean plásticos. Pero también se utilizan como potenciadores para fragancias, como estabilizantes en productos de cuidado personal. Si ves "Fragancia" en la etiqueta de un producto, probablemente sea un ftalato. Pero medir un ftalato es difícil, porque suele haber contaminación en las muestras, dado que estos plastificantes son tan ubicuos. Entonces, miramos metabolizadores de ftalatos. Los miramos en la orina, porque sabemos que eso va a reflejar la exposición durante las últimas 24 o 48 o 72 horas. Pero ¿es esa la exposición relevante? No se sabe.

Acabamos de publicar un paper que examinó algunos de los impactos de los disruptores endocrinos en la pubertad. Y hemos encontrado estos problemas. Un estudio midió niveles de ftalatos en sangre. Pero si extraes sangre con una jeringa plástica a un tubo plástico.... Todo eso ya está contaminado de ftalatos. Entonces, nosotros miramos los metabolizadores de los ftalatos en la orina y evitamos esa contaminación. Pero tenemos que considerar el tiempo de exposición, el medio de exposición y la edad de la persona. Todos esos son factores. Por eso los datos que hay no son tremendamente sólidos en cuanto a los disruptores endocrinos.

Y luego, tienes que conocer cuándo la exposición es relevante para el cuerpo. Y tienes que hallar el método exacto de análisis que funcione, sea a través de sangre, orina, muestras capilares o biopsias de uñas. Si logras todo eso, tal vez puedas encontrar algo. Pero todo eso es muy difícil de lograr, y por eso no hay consistencia en los hallazgos. Es un tema tan complejo que no creo que comprendamos bien cómo abordarlo.

—¿Cuáles son los disruptores endocrinos que tienen más impacto en el cuerpo humano?

—Un asunto que es quizás más importante es que solo miramos la exposición a un único EDC en cada análisis. Hemos medido 100 químicos disruptores endocrinos y lo que ocurre es que si estás expuesto a uno de ellos, es probable que, por tu estilo de vida, estés expuesto en realidad a algunos otros más. No te expones solo a un EDC cada vez. Vivimos en un océano de químicos que nos rodean. Por ejemplo, yo me he duchado esta mañana y he usado champú, que tiene un grupo de EDCs. Mi crema de afeitar me expone a un grupo de ftalatos, otro EDC. ¿Cómo interactúan estos dos grupos entre sí? ¿Interfieren uno con el otro? ¿O trabajan de forma sinérgica? Luego, he bebido leche de soja con mis cereales en el desayuno, entonces, he ingerido otro EDC. ¿Este último bloquea los efectos de los ftalatos? Podrían tener un efecto aditivo. Una libra de hierro y una libra de plomo, en total, suman dos libras, pero si tienen un efecto sinérgico entre sí, podría ocurrir que la libra de hierro hiciera que el plomo sea aún más pesado. Vale, eso no es físicamente posible, pero se entiende la idea. También podría pasar que uno bloqueara el efecto de otro u otros. Esto hace que todo sea más complejo de estudiar.

Hace unos años, hubo un investigador que examinó receptores de estrógeno colocados en unas levaduras. Lo que encontró fue que, cuando combinaba varios disruptores endocrinos juntos que individualmente no tenían efectos observables por sí solos, al agruparlos tenían un enorme impacto. Esto sugiere que las mezclas pueden potenciar el efecto de cada químico. Si tienes una sustancia que es proestrógena y otra que bloquea el metabolismo, la degradación del estrógeno, y una tercera que potencia la acción de los receptores de estrógeno, en total esas tres exposiciones te darán un efecto mucho mayor que la suma de cada una de estas sustancias por separado.

—¿Cuáles son los impactos que se asocian a estas sustancias?

—Nosotros hicimos un análisis transversal que mostró que los ftalatos parecían tener un efecto en la pubertad. Llevaban a un desarrollo ligeramente más temprano de las mamas en las niñas. Ligero, pero significativo. Y hallamos que los EDCs tenían un impacto en los adipocitos, que son las células de grasa. El efecto en la célula grasa implicaba que los ftalatos se asociaban a un índice de masa corporal más elevado. Las niñas tenían un poco más de peso y eso llevaba a que iniciaran su pubertad un poco antes. Y sabemos por estudios epidemiológicos que los ftalatos están asociados a un índice de masa corporal más alto y a una resistencia a la insulina, y esos mecanismos podrían impactar en el desarrollo temprano de la pubertad en esas niñas. Pero cuando lo miramos longitudinalmente, la asociación ya no era significativa.

—Entonces, por sí solos, los disruptores endocrinos no explican la bajada en la edad de inicio de la pubertad que se ha registrado...

—No, es todo el ambiente. Nosotros acabamos de publicar un paper en el último año que observaba los alimentos que ingerimos. Específicamente, miramos el impacto de la dieta en las hormonas sexuales. Y lo que hallamos fue que un consumo más alto de fibra tenía un impacto pequeño pero significativo en los niveles de estrógeno, y efectos opuestos en la globulina fijadora de hormonas sexuales, que es una proteína que se fija a estas hormonas y evita que se adhieran a receptores de las células del cuerpo, inhibiéndolas. Entonces, la fibra aumentaba los niveles de globulina fijadora y disminuía los de hormonas sexuales, lo cual significa que hay un efecto sinérgico de la fibra. En otras palabras, hay menos hormona circulando y la hormona que hay es menos eficaz, porque hay más globulina fijadora. De hecho, ha habido estudios que sugieren que la fibra puede tener un impacto en los tiempos de la pubertad. Nuestro perfil hormonal sugeriría que eso es exactamente lo que ocurre. Un consumo elevado de fibra disminuye las hormonas sexuales y aumenta la globulina fijadora de hormonas sexuales, un combo doble que le da un golpe duro a la hormona sexual que está libre en el cuerpo.

—¿Eso quiere decir que comer mucha fibra puede ayudar a los niños a retrasar la pubertad?

—Sí, podría. Pero las personas que tienen más fibra y menos grasa saturada en su dieta también tienden a ejercitarse más. En otras palabras, esa gente tiende a tener un estilo de vida más saludable en general. La actividad física también podría ser un factor contribuyente. Pero en términos de la dieta, la proteína animal parece elevar en cierta medida los niveles de hormonas sexuales.

—¿Esto tiene que ver con cómo se producen las proteínas animales? Es decir, si los animales que comemos son inyectados a su vez con hormonas, ¿eso nos impacta?

—Es una buena pregunta. Pero no, y el motivo por el cual, si comemos insulina, no nos hace nada, es porque se trata de una proteína. Es un polipéptido, y nuestro estómago y nuestro duodeno reducen esos polipéptidos a aminoácidos pequeños. Entonces, esas hormonas no pueden absorberse. La insulina no se puede metabolizar. Entonces, aun si la carne está cargada de hormona bovina de crecimiento, esto probablemente no vaya a tener ningún efecto. Nuestro cuerpo lo reduciría.

Pero yo tengo otra teoría. Sabes, la ciencia no va de meter un dedo del pie en el agua y decir: "Está fría". La ciencia crece cuando alguien se adentra en el océano y analiza todas las diferencias que tiene con respecto a la tierra firme. Entonces, este soy yo adentrándome en el océano. Nuestros cuerpos y nuestros genes son efectivamente idénticos a los que teníamos 10.000 o 15.000 años atrás. Cuando no vivíamos en ciudades con arcos dorados y no podíamos acceder a una comida abundante pagando algo de dinero, todo dependía de la época del año. Si estabas en la estación del año adecuada, había mucho alimento a tu alrededor, alimento de buena calidad. Y si estabas en la estación equivocada, tenías que comerte la corteza de los árboles porque prácticamente no había otra cosa. Entonces, para mí, tendría sentido que nuestros cuerpos no se hayan adaptado a todos los cambios en el ambiente.

Tenemos los mismos genes que hace miles de años, pero todo lo que nos rodea ha cambiado. Hemos reemplazado el consumo de lácteos por refrescos y hemos reemplazado el azúcar de los refrescos por jarabe de maíz de alta fructosa, que se metaboliza de un modo distinto al azúcar. Hace 15.000 años, a finales de la primavera o principios del verano, estabas rodeado de montones y montones de alimentos de alta calidad y proteínas animales abundantes. Entonces, tu cuerpo decía: oye, tienes suficientes nutrientes como para tener un bebé que sobreviva. Y las hormonas sexuales aumentaban debido a que el ambiente estaba diciéndote que era una buena época para procrear. Ahora, en cambio, no tenemos esa distinción entre épocas del año. Y tiene sentido que si estás todo el tiempo consumiendo proteína animal de alta calidad, tengas más hormonas sexuales, porque ese nutriente le está diciendo a tu cuerpo que es un buen momento para procrear. Ese es mi adentramiento en el océano.

—¿Hay algo que podamos hacer a nivel individual en este sentido?

—Sí, totalmente. Todos podríamos vivir un poquito más "verde". Comer plátanos orgánicos no va a resolverte la vida, pero hay muchas frutas y muchos vegetales que tienen altas dosis de pesticidas y herbicidas o fungicidas, que son todavía peores, porque incluyen sustancias que se sabe que son obesogénicos potentes. Entonces, tiene sentido pasarnos a los orgánicos. Especialmente cuando se trata de frutas o vegetales que comemos enteros, con la piel. Y, en general, aumentar el consumo de frutas y vegetales en nuestra dieta, y evitar las grasas saturadas.

Luego, hay que alentar a nuestros niños y también a nosotros mismos a hacer actividad física regular en vez de mirar la televisión o jugar a videojuegos. Y minimizar la exposición a ftalatos en niños pequeños. Hay productos libres de ftalatos en el mercado. Yo tengo 70 años y recuerdo que, cuando los ftalatos comenzaron a introducirse en los productos, esos productos eran más caros. Lo gracioso es que ahora, los productos que son más caros son los que son libres de ftalatos. Entonces, son más caros, pero sí que existen.

Y también hay que evitar colocar plásticos en el microondas, aun si se trata de recipientes catalogados como "aptos" para ese uso. La aptitud solo significa que no se van a derretir, pero esos recipientes están hechos con ftalatos que se filtran a nuestra comida cuando se calientan. Entonces, es mejor elegir porcelana o vidrio y cubrir con papel o vidrio. Y elegir productos libres de ftalatos y sin fragancias para el cuidado personal.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.